¡Buenaas!
Por fin estoy de vuelta a la blogosfera y estoy muy contenta de estarlo. Necesitaba esos 20 días de desconexión, de verdad, necesitaba vacaciones. He vuelto más feliz, con muchas más ganas de llenaros la lista de lecturas con mis entradas y de desahogarme. Porque sí, hoy toca un mini-pensamiento que me ha surgido mientras estaba en las fiestas de mi pueblo y que, por desgracia, mucha gente sufre por ello. Hoy vengo, otra vez, para quejarme de la sociedad. La frase que parece del final es de un youtuber que me gusta mucho y que os recomiendo ver.
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En estos pocos años de vida que tengo he aprendido tanto cosas buenas como malas. He aprendido la diferencia de la amistad y de la conveniencia en mi propia piel. He aprendido a fingir y crear una máscara para refugiar el huracán de sentimientos que guardo. He aprendido que el mal está a la orden del día y que no sirve de nada dedicarse a confiar en otros cuando estos, por más oportunidades que les des, te fallan. Y también he aprendido que las palabras tienen magia: pueden servir de vendas cuando estás roto o como cuchillas para destruirte. Pero, ¿cuántos, de verdad, saben esto?
He visto y sufrido en mi piel lo que hacen las palabras. Como crean ilusiones e ideas que, desgraciadamente, se quedan en eso. Porque todos alguna vez hemos curado y cortado a alguien con ellas, siendo conscientes o no. Las últimas tienen perdón si nos damos cuenta del daño que hemos hecho, pero ¿qué pasa con esas personas que lo hacen queriendo? Al fin y al cabo, todos somos (aunque no lo crean algunos) iguales. Tenemos dos ojos, una nariz, dos brazos... ¿qué nos diferencia? ¿El pelo? ¿El color de piel? ¿La sexualidad? No entiendo porque hacen daño.
Hace poco aprendí que, no solo son las palabras lo que duelen, sino también quién las pronuncia. Puede que, un desconocido, nos critique y puede que nos dé igual, pero me he dado cuenta de que si nos "corta" alguien a quien queremos, el daño es atroz. Hay que tener cuidado de que decimos porque las palabras pueden convertirse en balas.
Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero a veces las palabras cortan, y eso solo depende de quién las pronuncie. Lo que hace que no sean las palabras lo que duele, sino la decepción de tu cariño por el que las ha pronunciado. - LibertyMario
Hola, excelente blog te has ganado un seguidor más. Saludos!
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